3.2. Aficiones y proyectos personales
Después del cáncer, y en función del ritmo de tu recuperación y de la convivencia con las secuelas, te irás planteando ponerte en marcha e incorporar hábitos de vida que te generen bienestar y satisfacción. Esto no significa que durante la enfermedad no hayas podido hacerlo, sino que tras los tratamientos es probable que tu prioridad sea recuperar o incorporar costumbres con las que te sientas más útil y realizado.
Las prácticas deportivas, aficiones, eventos sociales, viajes o los encuentros con tus amigos te ayudarán a retomar la normalidad en tu vida y a que, poco a poco, la enfermedad ocupe un papel menos protagonista en tu día a día.
Tras los tratamientos, una de las posibles reacciones es tener ganas de hacer muchas cosas, de «comerse el mundo».
Hay varias razones para reaccionar así:
- En primer lugar, durante la enfermedad probablemente hayas visto el mundo desde una posición más pasiva de la que estás acostumbrado. Quizá hayas dejado de trabajar, de viajar, de ver a tus amigos con la frecuencia de antes, de estudiar… Y hayas vivido ese tiempo con impotencia y ansiedad por querer y no poder hacer todas esas cosas. Una vez que te has recuperado, las ansias acumuladas pueden empujarte a hacerlo todo a la vez, para compensar el tiempo perdido.
- Generalmente, el temor al dolor y a la muerte nos hacen valorar la vida de otra forma y tal vez ahora te plantees nuevos retos personales. Con la cercanía al fallecimiento, percibida tanto por los pacientes como por sus allegados, las cosas se ven desde otro ángulo. La nueva perspectiva va ligada a la relativización de los problemas y al aprovechamiento de las posibilidades que ofrece la vida. La sensación de una segunda oportunidad puede generar muchas ansias de vivir de forma intensa y participar activamente en la vida social.
- Socialmente, superar un cáncer se relaciona con fortaleza y constancia. Por ello, al ser un superviviente, el entorno te atribuye capacidades y habilidades especiales de superación, que puedes llegar a interiorizar e integrar en tu vida cotidiana. Estas nuevas características que te atribuyen hacen que te movilices para llevar a cabo nuevos proyectos o actividades que antes de la enfermedad ni siquiera te planteabas o no te atrevías a realizar. A este respecto, es normal que te plantees, por ejemplo, cambiar de carrera profesional, iniciar una nueva práctica deportiva, planear un viaje a un destino exótico o cumplir un deseo que has tenido siempre en mente.

Dentro de sus posibilidades, cada persona es libre de llevar a cabo la vida que desea, pero siempre sabiendo que tu forma de vivir tiene unas implicaciones. Valorar los pequeños detalles y dar la importancia adecuada a los problemas es resultado de un crecimiento personal tras una experiencia vivida. Pero también hay que ser conscientes de cuándo los cambios en nuestra forma de ser y actuar pueden ser contraproducentes para la salud y el bienestar, tanto nuestros como de las personas de nuestro entorno.
Llevar a cabo prácticas arriesgadas, movido por la sensación de invulnerabilidad, o centrarte en proyectos personales sin contar con tu entorno puede provocar la incomprensión de tus amigos o familiares y ponerte en situaciones de riesgo físico y emocional.
En cambio, integrar paulatinamente tus aficiones en el día a día y comenzar a participar en diferentes actividades te ayudará en el proceso de recuperación emocional. Si presentas secuelas físicas, psicológicas o sociales, es importante que tomes conciencia de tus limitaciones cuando te reincorpores a la vida social. La fatiga, la anemia, el riesgo de infecciones o la pérdida de recursos económicos como consecuencia del proceso oncológico, son algunos de los factores que incidirán en mayor o menor medida. Habrá que conocerlos, asumirlos y adaptar (temporal o indefinidamente) los hábitos y costumbres a la nueva realidad, lo que requerirá el apoyo y la comprensión de los más allegados.
Al relacionarte con otras personas después del cáncer, es posible que tengas que hacer frente a las consecuencias del estigma social de la enfermedad, es decir, a las etiquetas y estereotipos que socialmente se atribuyen a las personas con cáncer y cuyas consecuencias también pueden repercutir en sus familiares y amigos.
La percepción que se tiene de los pacientes está relacionada con la vulnerabilidad, la condena, la culpabilidad, la incapacidad o la vergüenza, y puede afectar a la forma en que te relacionas con el entorno y a tu participación en actos sociales. Esto puede ocurrir incluso sin que seas plenamente consciente de ello, puesto que se trata de sentimientos y sensaciones que están muy interiorizados en nuestra cultura. Por ejemplo, con el fin de evitar situaciones incómodas, tal vez tengas la tentación de recluirte y aislarte progresivamente, sin que te des mucha cuenta de ello.
Estas falsas creencias son consecuencia de la idiosincrasia de la sociedad, que etiqueta a los grupos considerados diferentes y legitima a la mayoría. En muchos casos, la expresión del estigma del cáncer no es intencionada, sino que responde a esa cuestión cultural.
“La palabra cáncer sigue siendo tabú pero no tengo problema en decirla. Las palabras son muy importantes e influyen en la forma de pensar y actuar de las personas. Llamar a las cosas por su nombre es beneficioso, aunque al principio cueste”
Jorge Yuste (paciente)
Una estrategia para hacer frente a estas percepciones es tratar de normalizar la situación y hablar sin tabúes de tu enfermedad. La normalización también será la vía para afrontar aquellas dificultades a la hora de relacionarte debidas a los cambios físicos que han causado el cáncer y sus tratamientos.
Estos cambios corporales (caída del cabello, manchas en la piel, cicatrices…) pueden haber afectado a tu autoestima y, por tanto, causarte inseguridad a la hora de relacionarte con otras personas. Será conveniente que hables con tu médico para valorar la reversibilidad de estas secuelas físicas y estudiar posibles vías de recuperación estética.
En este proceso, puede ser oportuno contactar con una asociación de pacientes que te permita conocer la experiencia y recomendaciones de otras personas al respecto. Hay muchos profesionales especializados en este ámbito que pueden asesorarte. Si quieres profundizar más sobre este tema, te recomendamos la lectura del capítulo 4, Autocuidado y bienestar físico.
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