2.1. Alimentos saludables después del cáncer

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda incluir en el menú diario cinco raciones de frutas, de verduras o de hortalizas variadas. Por ejemplo, dos o tres raciones de fruta, dos o tres de verduras y una de hortalizas cada día.

Las frutas, verduras y hortalizas que han demostrado mayor efecto antitumoral y que, por tanto, es aconsejable que incluyas en tu dieta diaria/semanal, son las siguientes:

  • Coles (brócoli, coles de Bruselas, coliflor, lombarda), rábanos y nabos. Dado que son verduras flatulentas, es aconsejable cocerlas al vapor y rehogarlas con un chorro de aceite de oliva virgen para facilitar la digestión y la absorción de sus vitaminas. Conviene consumirlas una o dos veces por semana. 
  • Verduras de color verde. Repollo, acelga, espinaca, lechuga, escarola, endibia, rúcula, canónigos, borraja, alcachofa, espárrago, puerro, berro… Es recomendable que las consumas diariamente, como primer plato o como guarnición, preferiblemente en ensalada o cocidas.
  • Ajo y cebolla. Ambos reúnen gran cantidad de sustancias protectoras frente a muchas enfermedades. Toma al menos dos o tres dientes de ajo y media cebolla cada día, acompañando a otras verduras o a tus segundos platos.
  • Verduras de color rojizo. Tomate, calabaza, zanahoria, remolacha, pimiento rojo… De todas ellas, el tomate es especialmente beneficioso por su alto contenido en antioxidantes. Es preferible tomarlas crudas, en ensalada, porque en puré o salsas aumenta su contenido en calorías y azúcares. Si prefieres el puré, añade cebolla, ajo y verduras de hoja verde, mejor que patata o solo zanahorias.
  • Cítricos. Naranja, limón, kiwi, pomelo, arándano, piña... Es aconsejable que tomes una pieza al día, preferiblemente entera, puesto que al hacer el zumo se pierde la fibra. Los cítricos son ricos en vitamina C y otros nutrientes que combaten el agotamiento, la hipertensión, la infección y los procesos inflamatorios. 
  • Frutos rojizos o anaranjados. Frutas silvestres como fresas, granadas, frambuesas, moras, grosellas, y frutas de temporada estival, como cerezas, melocotones, albaricoques, sandía, uvas y ciruelas rojas. Incluye en tu menú unos cien gramos de frutas rojizas o doscientos de frutas silvestres por ración. 
  • Manzana. Es la fruta con mayor diversidad de variedades y, además, en nuestro país podemos disponer de ella durante todo el año. Su alto contenido en fibra y agua la hacen recomendable para todo tipo de personas. Toma una pieza al día con la comida, la merienda o la cena.
  • Patatas. Hierve una patata mediana cocida de unos cien gramos de peso y acompáñala con verduras. Su contenido en nutrientes es similar al del pan, de manera que puedes suprimir el pan en las comidas donde incluyas patatas.
  • Setas. Kawaratake, maitake, shiitake y reishi. Estas setas, muy consumidas en Asia, contienen sustancias inmunomoduladoras, antiinflamatorias y antitumorales. También las setas que encontramos en España (champiñones, boletus, níscalos, senderuelas, lepiotas, pardillas y rebozuelos) son alimentos que conviene tomar al menos una o dos veces por semana, excepto si se tienen niveles altos de ácido úrico en la sangre, dado que contienen cantidades elevadas de esta sustancia.

INFO CONSUMO ALIMENTOS SALUDABLES

Otros alimentos básicos que debes incluir en tu dieta son los siguientes:

  • Pan integral tierno, cereales, arroz y pasta. A pesar de que en los países desarrollados se relacionan con la ganancia de peso (especialmente el pan), se trata de una idea errónea, pues son alimentos poco calóricos con azúcares saludables y un alto contenido en fibra. Se recomienda tomar entre tres y cinco raciones al día, de 30 a 50 gramos cada una. 
  • Legumbres. Alubias, lentejas, garbanzos… Los cambios en la alimentación que se están produciendo en nuestro país en los últimos años hacen que hoy día se consuman poco, a pesar de ser alimentos con alto contenido en fibra, sales minerales, proteínas y azúcares, estos últimos de absorción lenta, similares a los del pan y los cereales. 
  • Productos lácteos. Fundamentalmente, queso y yogur. Consumir dos yogures desnatados al día y dos o tres porciones de entre 50 y 100 gramos de queso fresco favorece el crecimiento de la flora bacteriana intestinal. Estos microorganismos beneficiosos previenen la colonización del intestino por bacterias nocivas, mejoran la digestión y el ritmo intestinal y evitan la retención de gases. En el caso de mujeres que han superado un cáncer hormonodependiente, como el de mama o el de útero, no hay información científica de rigor que confirme que la ingesta de tres a cinco raciones de lácteos al día favorezca la recaída o reaparición del cáncer. Las bebidas y productos elaborados a base de soja pueden ser un buen sustituto natural, pero antes de iniciar su consumo debes informar a tu médico, pues podría interferir con el tratamiento oncológico.
  • Aceite de oliva. Añádelo crudo a las ensaladas o a las verduras cocidas. Puedes consumir entre tres y cinco cucharadas al día. En el caso de que se produzca un estreñimiento, una cucharada sopera por la mañana, en ayunas, mejora el tránsito intestinal. Los aceites de soja, maíz y, especialmente, el de girasol, también son adecuados pero, como se degradan con facilidad, es preferible utilizarlos en los aliños y no para cocinar. El aceite de palma y el coco son poco saludables; por su bajo coste se emplean para elaborar bollería, pastelería industrial o en las latas de conserva en aceite.
  • Huevo. Es uno de los alimentos más ricos en nutrientes, muy fácil de digerir y el que presenta mayor variedad de formas de cocinarlo y combinarlo. Puedes tomar de tres a cinco a la semana; si tienes problemas de colesterol, procura reducir el consumo de yema, pero no de clara de huevo. 
  • Pescado azul. Salmón, sardina, trucha, boquerón, anchoa, caballa, anguila, angula, arenque, cazón, congrio, chicharro, emperador, pez espada, lamprea, palometa… Estos pescados contienen grasas saludables, es decir, grasas polisaturadas con omega 3, que evitan el daño que las grasas nocivas producen principalmente en tus arterias, muchas veces dañadas por la quimioterapia. Trata de tomarlos unas tres veces a la semana, preferiblemente al horno, hervidos o a la plancha mejor que fritos, pues ya son los suficientemente grasos y podrían resultar indigestos.

INFO CANTIDADES-POR RACION

Alimentos menos aconsejables

A continuación se recogen aquellos alimentos que, por su composición rica en grasas y pobre en nutrientes, debes intentar consumir solo esporádicamente y en pequeñas cantidades:

  • Alimentos en conserva, envasados, ahumados o en salazón. Durante años, ha habido posturas encontradas en relación con el papel nocivo de los aditivos alimenticios. Son sustancias que se añaden a los alimentos y a las bebidas, sin propósito de cambiar su valor nutritivo, con el fin de conseguir su conservación en buen estado durante más tiempo y/o de mejorar sus cualidades organolépticas (sabor, aroma, color y textura). Sin embargo, la conclusión a la que han llegado los expertos es que lo importante es vigilar las cantidades consumidas, ya que si se utilizan según establece la ley no tienen por qué causar problemas de salud. Si bien alguno de ellos se ha relacionado con el cáncer, sobre todo de estómago, esto solo ha podido confirmarse en casos de consumo mantenido de grandes cantidades de alimentos ahumados o en salazón, o de carnes curadas con el fin de mejorar y mantener su color o sabor.

En España, el Ministerio de Sanidad y Consumo tan solo admite los aditivos aprobados por la Comunidad Económica Europea, que se designan con la letra E seguida de un número de tres o cuatro cifras. La etiqueta de los alimentos envasados recoge los aditivos que contienen. Los más usados son:

  • Antioxidantes: retrasan la oxidación de los alimentos por exposición a la luz, aire y calor, evitando que se «enrancien».
  • Colorantes: mejoran el aspecto de los alimentos; el efecto es exclusivamente estético, no influyen en la conservación del alimento y se usan sobre todo en golosinas y snacks (por ejemplo, «gusanitos»), que solo deben consumirse muy esporádicamente. Los colorantes pueden producir reacciones alérgicas en niños que los toman habitualmente.
  • Edulcorantes: se usan para endulzar productos para diabéticos o alimentos light; algunos de ellos son el E-954 (sacarina), el E-951 (aspartamo) y el E-420 (sorbitol).
  • Potenciadores del sabor: se encuentran de forma natural en varios alimentos y se utilizan para reforzar el sabor en productos concentrados, como los cubitos de caldo, las sopas de sobre, algunos aliños... En personas sensibles a estas sustancias pueden producir cefalea, náuseas y crisis de asma.
  • Otros aditivos son los correctores de la acidez, como el ácido cítrico, los espesantes o gelificantes, como la pectina, el agar-agar, el almidón o la metilcelulosa (E-400), cuyo consumo en exceso puede producir diarrea o estreñimiento, o los emulsionantes y estabilizantes, como la lecitina (E-322). 
  • Conservantes: mantienen los alimentos más tiempo y evitan la aparición de moho.

Cualquier alimento consumido en conserva ha perdido sus vitaminas, dado que estas se degradan con facilidad. Los conservantes permiten que los alimentos no se estropeen ni pierdan sabor y que mantengan otros nutrientes. Sin embargo, es preferible optar por los alimentos frescos y congelarlos si se quieren conservar.

  • Alimentos hipercalóricos con alto contenido en grasas. La sobrecarga energética en la dieta debida a un alto contenido en grasas, junto con la inactividad física, la obesidad y la reducción de alimentos hipocalóricos, como la fruta, la verdura y el pan integral, aumenta el índice glucémico y los niveles de insulina. Pero también, puede incrementar el índice de otras hormonas y mediadores que influyen en la aparición de cánceres hormonodependientes, como los de mama, próstata y útero, de cáncer colorrectal, de riñón, de la vía biliar y de páncreas, así como enfermedades cardiovasculares.

Por tanto, procura limitar la ingesta de grasas a menos del 30 por ciento del aporte energético diario, reducir las grasas saturadas, aumentar las insaturadas y eliminar los ácidos grasos trans, como los que se encuentran en las margarinas y frituras envasadas. Ten en cuenta que el consumo actual de grasas es excesivo en el 88 por ciento de la población.

Las grasas saturadas de origen animal no deben superar el 10 por ciento del total de grasa que consumes al día. Abundan en el beicon, la panceta, las mollejas, los codillos, las manos, embutidos como el salami, el salchichón y el chorizo, la morcilla y los patés. Opta mejor por los pescados azules, las carnes magras o de caza o el jamón ibérico. Por ejemplo, en el desayuno es preferible que tomes pan con aceite crudo en vez de untado con mantequilla o manteca.

Los alimentos precocinados contienen mucha grasa, por tanto intenta consumirlos de forma esporádica.

Asimismo, al freír los alimentos a altas temperatura se produce una pérdida notable de vitaminas y ácidos grasos beneficiosos para la salud, por lo que es preferibles hervirlos y, posteriormente, añadir el aceite crudo, como aliño. Finalmente, la ingesta de aceites recalentados y reutilizados en más de tres ocasiones puede tener efectos nocivos para tu salud.

  • Azúcares refinados. La bollería, los pasteles, las pastas, las rosquillas, las confituras y demás productos de repostería contienen altas concentraciones de azúcares y de grasas y escasos nutrientes. Por tanto, trata de evitarlos y, si los consumes, hazlo de forma excepcional. Además, siempre que sea posible elabóralos tú mismo, utilizando azúcares y grasas de mayor calidad.

En la misma línea, trata de limitar el consumo de bizcochos, magdalenas, sobados, helados y mermeladas, que contienen azucares refinados y grasas saturadas. Las personas sin sobrepeso y sin otros factores de riesgo pueden consumirlos con moderación, y nunca más de una ración al día (dos rebanadas de bizcocho, dos magdalenas/sobados, un helado, 10 gramos de mermelada).

Para acompañar la leche del desayuno o de la merienda son preferibles las galletas (de cinco a ocho unidades) y el pan (tres rebanadas de unos 30 gramos). Podrás elegir entre una amplia gama de variedades de pan, elaboradas con distintos cereales, como el trigo, la cebada, el centeno, la escanda o la avena.

Las bebidas gaseosas también son excesivamente dulces, por lo que es aconsejable sustituirlas por agua, infusiones, malta, gaseosa blanca, tónica, batidos o zumos naturales.

El azúcar que se añade a muchos lácteos también ha de tomarse con moderación, al igual que otros edulcorantes, como la sacarina y el aspartamo. El mejor sustituto del azúcar es la miel de abeja, pero siempre consumida en pequeñas cantidades.

  • Carne roja. El consumo de carne roja (ternera, cerdo, buey o cordero) te aporta hierro, pero también más colesterol, grasas saturadas y ácido úrico que el que obtendrás de la carne blanca. La cantidad adecuada es una ración de unos 125 gramos no más de una o dos veces por semana. En cuanto a la carne blanca (pollo, pavo, conejo, cochinillo, cordero lechal), puedes tomar unos 150 gramos, no más de tres o cuatro veces por semana.

La carne proporciona proteínas de alta calidad necesarias, sobre todo, cuando se está en tratamiento oncológico, para prevenir la pérdida de masa muscular y el cansancio. Sin embargo, tras la remisión, es mejor que tu fuente de proteínas en la dieta sean los huevos, los lácteos, las legumbres y el pescado y, en menor proporción, la carne.

  • Sal. La mayoría de los alimentos que consumes ya contienen sal, por lo que añadirla supone ingerir una cantidad extra. La consecuencia es el aumento del riesgo de padecer hipertensión arterial y retención de líquidos. Además, la sal puede transformarse en el estómago en sustancias con poder carcinógeno. A la sal de mesa se le añade un producto químico para darle el color blanco, por lo que la mejor alternativa, cuando puntualmente pongas sal en tus comidas, es la sal marina.

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