1.2. Las revisiones del superviviente mayor de 65 años

Aunque sus causas son múltiples, a día de hoy el cáncer continúa siendo una enfermedad asociada a la edad. Es más, aproximadamente el 60 por ciento de los nuevos casos de cáncer ocurren en personas mayores de 65 años. Históricamente, la medicina ha considerado a quienes superaban esta edad como pacientes ancianos. Sin embargo, el aumento de la esperanza de vida y, sobre todo, la mejora del estado de salud de estas personas hace que, en la actualidad, no resulte adecuado catalogarlos como supervivientes ancianos. En este sentido, los mayores de 65 años deberían tener un seguimiento médico similar al del resto de la población. Sin embargo, su participación en los ensayos clínicos es baja, y de ahí que en las guías terapéuticas no se incluyan recomendaciones específicas para ellos.

Tanto a la hora de administrar un tratamiento como en su posterior seguimiento a corto y largo plazo, es importante identificar a estos pacientes, que pueden gozar de buena salud y, por tanto, beneficiarse de un tratamiento estándar. A este respecto, algunos especialistas prefieren no tener en cuenta la edad sino el estado de salud: si tienen o no problemas cardiovasculares, diabetes, insuficiencia renal, demencia, anemia, osteoporosis..., es decir, lo que los médicos llaman «comorbilidades». Por ello, las revisiones periódicas en este colectivo las realizan, de manera integral y multidisciplinar, los profesionales de atención primaria, oncología y geriatría. De esta manera pueden detectarse no solo los efectos de los tratamientos empleados en el manejo del cáncer, sino también aquellos trastornos propios de la edad.

En lo que respecta a la vigilancia de las secuelas tardías del tratamiento oncológico, las alteraciones cardiopulmonares y óseas son especialmente frecuentes e importantes en las personas mayores de 65 años, pues a ellos les afectan en mayor medida que a los pacientes jóvenes.

La osteoporosis y la pérdida de masa ósea son problemas muy prevalentes en los pacientes oncológicos y en los supervivientes de cáncer. Están asociadas a una disminución de la expectativa de vida, un riesgo aumentado de fracturas y dolor y deterioro funcional con una grave repercusión en la calidad de vida. Estos problemas irán en aumento a medida que se eleve la prevalencia de pacientes de edad avanzada con cáncer. Además, aquellos que han tenido cáncer de mama o de próstata representan el grupo de supervivientes más amplio, y en ambos casos se trata de personas que han podido recibir tratamiento hormonal, que tiene gran repercusión en la densidad ósea. Por esa razón, en este tipo de pacientes se realizan pruebas como la densitometría ósea, que permite descartar la presencia de osteoporosis o decidir cuándo iniciar un tratamiento. De igual modo, será importante seguir unas recomendaciones higiénico-dietéticas y modificar determinados hábitos de vida, así como tomar los suplementos de calcio y vitamina D que el médico prescribirá para prevenir la osteoporosis.

En resumen, el colectivo de largos supervivientes que forman las personas mayores de 65 años es más susceptible de desarrollar efectos secundarios tardíos, que de por sí son habituales en la población de mayor edad. Su detección es muy importante para tratarlos adecuadamente y mejorar su calidad de vida.

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