1.2. La tristeza

Esta emoción responde a un sentimiento de abatimiento que puede llevar consigo la sensación de desamparo, desesperanza o pesimismo. Tanto si eres paciente como familiar, quizá experimentes períodos de tristeza tras los tratamientos.

Con la remisión, se inicia una etapa en la que comienzas a retomar tu vida cotidiana. Desearás estar bien lo antes posible y, aunque las informaciones médicas apunten a un buen pronóstico, podrás encontrarte abatido, sin fuerzas y sin ganas de disfrutar.

En este momento, no es raro que surjan sentimientos de tristeza. Durante los tratamientos tu atención se centra en los procesos médicos, de forma que estos ocupan todo tu espacio mental. Cuando estos finalizan y te encuentras con tu vida ante ti, afloran sentimientos que antes no te habías permitido sentir, ya que todo tu interés estaba centrado en afrontar los tratamientos y las revisiones.

La tristeza puede provocar síntomas psicológicos que afectan a tu bienestar, como apatía, desgana, dificultades para disfrutar de las cosas que más te gustaban o falta de confianza en ti mismo. Es un sentimiento común tanto en pacientes como en familiares, pero cada uno lo vive desde su propia perspectiva y circunstancias.

Un aspecto importante que alimenta esa tristeza y que juega un papel relevante en su aparición son los pensamientos especialmente negativos y desesperanzados acerca del proceso oncológico o a los cambios que se han producido tras él. Algunos de ellos estarán ligados al sentimiento de pérdida, de no ser ya la persona que eras, a la sensación de incapacidad, de dependencia o de incertidumbre con respecto al futuro.

También es importante destacar que esta emoción forma parte del proceso de aceptación de lo vivido y de adaptación a los cambios, tanto físicos como psicológicos. Por tanto, es un sentimiento común que conviene normalizar, pero también debemos utilizar herramientas para combatirlo.

“Cuando pasas de estar enfermo a ser superviviente es cuando te das cuenta de que esto no ha acabado. Tenía secuelas de las que no estaba informada y no me sentí preparada para lo que venía” Estefanía Soriano (paciente)

Sentir tristeza es normal. Un proceso oncológico trastoca la salud de las personas, pero también sus objetivos. Aunque antes podían no estar muy claros, ahora, tras la enfermedad, quizá se vean modificados. Es posible que el desánimo y la sensación de vacío te acompañen de forma temporal, hasta que vayas recuperándote y encuentres el equilibrio. Para superar estos momentos es necesario reflexionar sobre las prioridades y los objetivos, tanto los que tenías antes del cáncer como los que surgen tras la enfermedad.

Por otro lado, conviene que sepas distinguir la depresión de la tristeza, dos conceptos que suelen confundirse:

  • La tristeza es una emoción normal que se caracteriza por el sentimiento de pena, abatimiento o malestar que suele ocurrir ante cambios o pérdidas. Suele ser circunstancial y tanto el paciente como el familiar la sienten en muchos momentos de la enfermedad o en fases posteriores a la misma.
  • Si esta emoción se hace más intensa, se prolonga en el tiempo y es difícil de manejar, puede tratarse de un trastorno depresivo. La depresión suele acompañarse de distintos síntomas, como la incapacidad para disfrutar, cambios en el apetito o en el sueño, dificultad para concentrarse, irritabilidad o falta de energía. Es importante diferenciar estos síntomas de la fatiga, la falta de apetito o el insomnio que pueden ser consecuencia de algunos tratamientos. En este caso, aparecerán mientras dure el tratamiento y remitirán con el tiempo, tras el abandono de la medicación. En cualquier caso, siempre es adecuado consultar los síntomas con el médico para que él valore si pueden o no deberse al tratamiento.

Si experimentas tristeza, consulta con un profesional de la psicooncología que te ayude a gestionar más eficazmente tu estado de ánimo y lograr un mayor nivel de bienestar.

La terapia farmacológica para la depresión debe ser prescrita por el médico, quien también pautará cómo debes dejar el tratamiento llegado el momento. Automedicarse puede generar efectos no deseados, como ansiedad, mayor tristeza, fatiga, cefaleas o mareos, entre otros. Es muy recomendable complementar estos tratamientos con la terapia psicológica.

Los pensamientos y sensaciones de tristeza generan una inercia en tu vida de la que, a veces, es difícil salir si no pones los medios adecuados. A continuación encontrarás algunos consejos para aumentar tu actividad y mejorar tu estado de ánimo:

  • A la hora de manejar la sensación de tristeza, es importante tener en cuenta hasta qué punto influye tu interpretación de las circunstancias. Es común que te aborden pensamientos cargados de dramatismo y negatividad. Una buena estrategia es ser consciente de la importancia que tienen los pensamientos en tu estado de ánimo y procurar realizar interpretaciones realistas, que se alejen del catastrofismo y el negativismo excesivo. Ajustar tus pensamientos a la realidad te dará un mayor margen de actuación y mejorará tu estado de ánimo.
  • Realiza actividades agradables y ejercicio físico moderado. Fija objetivos que sean realistas y alcanzables, ya que el objetivo es que consigas motivarte y que disfrutes de ese tiempo, no autoimponerte un castigo. Estas actividades te ayudarán a distraer tu atención hacia otros objetivos y a romper la inercia de la tristeza. Mantenerse activo en los quehaceres diarios reduce el impacto de este sentimiento y evita que acudan a ti los pensamientos negativos. También te ayudará a sentirte útil y cada vez más capaz.
  • Intenta disminuir el aislamiento y favorecer los contactos sociales positivos.
  • Permítete el desahogo emocional y comparte experiencias o sentimientos.
  • Sírvete del apoyo y la compañía de tus allegados.
  • La mayoría de las personas que afrontan esta etapa sienten como, poco a poco, la intensidad de estos sentimientos va disminuyendo progresivamente hasta que se adaptan de forma óptima a la nueva etapa de sus vidas. Consulta con tu médico o busca el asesoramiento de un psicooncólogo si esas sensaciones persisten y se hacen más intensas y difíciles de manejar.

Culpabilidad

Al hablar de los sentimientos relativos a la tristeza, es inevitable referirse a la culpabilidad. Esta emoción tiene la finalidad de restaurar un supuesto daño. Puede aparecer durante o después de los tratamientos, cuando se tiene la sensación de haber favorecido la aparición de la enfermedad o de haber provocado dolor, malestar o preocupación a los seres queridos. Y también si se ha respondido positivamente a los tratamientos y, en cambio, otros compañeros del proceso no lo han hecho. En ambos casos, vuelve a ser muy importante que valores de forma ajustada y realista cuál es tu responsabilidad en esa situación y en los sentimientos que hayas podido despertar en los demás.

Además, algunas situaciones, como acompañar a personas que se encuentran en peores circunstancias de salud o vivir un duelo tras un fallecimiento, pueden reavivar tu miedo y causarte una gran tristeza. La identificación, la empatía y la cercanía que sientes hacia un compañero de enfermedad o de tratamientos genera un vínculo especial con esa persona.

En caso de fallecimiento de alguien cercano, permítete tiempo para vivir el dolor y la rabia ante la pérdida antes de que puedas aceptar lo sucedido. Has de permitirte continuar con tu vida y lograr que el recuerdo de esa persona te enriquezca tanto como lo hizo su compañía.

Si tras pasar unos meses continúas sintiendo especiales dificultades para afrontar tu día a día, no dudes en ponerte en contacto con un profesional de la psicooncología.

 

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